Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas
por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada
de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la percibieron.
La palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser
hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre
como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
(Jn. 1, 1-5.9-14)